martes, 21 de julio de 2009

el anima de santa helena


Era un 16 de Enero con la brisa mañanera

Cuando escuchaba yo el canto de la pava montañera

En los copos de un almendro lamentaba la tragedia

Sucedido en El Parrando, casa de Ramón Herrera

Y fue cosa de lamentar como algunos lo creyeran

Por amor a una mujer dos hombres dieron pelea

Entablando discusión por delicada belleza

Siendo asunto del destino que la inocente muriera

Les contaré como historia lo que vi desde la puerta

Con el ojo entre dormido como gavilán de sierra

Contemplando aquel desorden como venado en gallera

Y lo que vino después de esta fiesta sabanera

Es una ley del llanero darle la mano al que llega

El que está adentro se atiende, y el que está afuera se apea

Y con gran algarabía se le abre la talanquera

Como si fuera un hermano que de otras tierras viniera

Y siguiendo este relato se desenvolvía la fiesta

En el hato de Don Ramón, un hombre de gran faena

De esos viejos tan llaneros que no toman caldo de

lengua

Para decirle verdades a cualquier sute de escuela

Se festejaba el cumpleaños en albor de primavera

A una linda catira como la flor de azucena

Y fueron quince los pétalos los que a mi me dieran

pena

Que fueran a marchitarlos abejas de otra colmena

Autor Hector Paul Vanegas

Sonaban golpes llaneros en el arpa sabanera

Era el joropo altanero anunciando la tragedia

Recordaba a Florentino y a su sombría leyenda

Cuando vi llegar dos hombres, parecía que el diablo fueran

Serían las 6 de la tarde, pasó la garza morena

Cantando el alcaraván dieron su luz las espermas

Se escuchaba en la cañada algarabía de chenchenas

Y en el estero lejano se alzaban garzas paletas

El relincho de caballos conmovió a la concurrencia

Amarraron sus munturas, acomodándole sueltas

Se quitaron el sombrero, pero entraron con espuelas

Venían con el traje negro, revolver y cartucheras

Saludando entró el primero con ademán de fiereza

Se le dirigió al arpista manifestando una seña

Fijó la vista al contorno como buscando querella

"Yo vengo de Santa Rita, contrapunteo con cualquiera"

Los nubarrones del cielo dieron paso a las estrellas

Las brisas se disiparon dando a la luna más fuerza

Que así cubrió a la sabana de suaves hilos de seda

Mientras que allá en la montaña se oía el rumor de las fieras

Un mocetón bien llanero con mirada de gacela

Se prendió de las maracas y con revuelto de muñeca

Marcando un zumba que zumba contrapunteó la pieza

Metiendo furia y candela al fogón con leña seca

"Yo soy gavilán primito cuando me enfrento a la presa

Soy un toro cimarrón que no lo alcanza la bestia

Soy código de valor con ley de naturaleza

Si me saludan saludo si me la buscan la encuentran"

Con gritos y zapateos contestó la concurrencia

Las muchachas comentaban, "aquí comenzó la fiesta"

Los viejos se levantaron y empinaron la botella

La gente se fue agolpando para escuchar la respuesta

"Mi nombre lo tengo escrito con el poder y la fuerza

De estar oyendo mentiras tengo la barriga llena

Yo soy el hombre que en vida se llevará a esta doncella

Catirita ojos azules a quien le brindan la fiesta"

Como si fueran espinas que a su corazón prendieran

Reviró aquel mocetón, mostrando su corpulencia

Se pararon las maracas, no se movían las muñecas

Mirando a su contrincante le respondió con fiereza

"Quien ha visto que un padrote se deja quitar una yegua

Por un caballo capón de engorde y para la venta

De eso yo estoy muy seguro me atrevo a cerrar una apuesta

Acomódese el sombrero cuñado buen viaje y peseta"

Y no terminó la copla cuando de armó la pelea

Metieron mano a las armas a la luz de las espermas

Querían demostrar con esto que el que menos corre vuela

Y con el cantar del gallo se dividieron las cuentas

El que prendió la furrusca quedó mirando la puerta

Con un balazo en la frente, fruto de su querella

Pero una bala de su arma, una bala traicionera

Marchitó los quince albores de aquella flor azucena

Se fue oscureciendo el cielo y brillaban las estrellas

El arpa tocó en lamento una tonada llanera

Cantó la guaica caminos, se oían relinchos de bestia

Y por la inmensa llanura galopaba quien viniera

Con sin igual cobardía y como apostando carreras

Se fue dejando un amigo que acompañó en la reyerta

A un jinete forastero en el Hato De Santa Helena

Aborreciendo la vida del llanero de estas tierras

Si a mí no me lo preguntan tampoco suelto la lengua

El que no baila se sienta, el que no va a misa peca

Me gusta ser lo que soy para mostrar mi conciencia

Sucedió en el Cinaruco, frontera con Venezuela

Aquí termina el relato que mi memoria recuerda

Dicen que por cada año, marcando la misma fecha

Se ve una blanca figura de inigualable belleza

Alejar los forasteros del Hato De Santa Helena

la bola de fuego


Cuentan los viejos llaneros que hace cientos de años existía en los llanos orientales una mujer muy hermosa con un cuerpo de palma real y una larga, negra y fina cabellera que pendía hasta sus caderas, un cutis piel canela y unos lindísimos ojos grandes azules.

Esta codiciada mujer silvestre se casó con un hombre recio y faculto, conocedor de la sabana, que respondía al nombre de Esteban.

La existencia matrimonial fue relativamente corta. De esta unión alcanzaron a nacer dos hijos hombres, el primero llevó el nombre de Sigifredo y el segundo heredó el de su padre, Esteban.

Don Esteban, el amo de la casa, era un hombre parrandero, tomatrago y jembrero; músico y extraordinario coplero. Un buen día, don Esteban se alistó para ir a un San Pascual Bailón, nombre que se le da en el llano a las fiestas sabaneras, pero por razones que solo él sabía, no quiso llevar a su esposa Candelaria, situación que despertó violento disgusto en la linda mujer criolla y, tanto sería su ira, que la fatal decisión de que si Esteban no la llevaba, pues él tampoco iría ni a éste ni a ningún San Pascual Bailón.

Sin pensarlo dos veces Candelaria tomó un hacha de rajar leña y en presencia de sus dos hijos mató a su esposo, obligándo a sus dos retoños a ayudar para enterrarlo en la sabana.

Doña Candelaria al quedar viuda fue objeto de un ramillete de galanes llaneros que querían reemplazar al difunto, pero ninguno fue aceptado por la bella orquídea.

La viuda Candelaria se dedicó como madre a levantar a sus dos hijos, sin permitir que nadie mancillara su condición de mujer viuda.

De esta forma transcurrió su vida hasta que Sigifrido, su hijo mayor, alcanzó la edad de catorce años y se convirtió en un elegante joven de ojos azules al igual que ella; lo convirtió en su inseparable compañero y comenzó a dormir en la misma cama, hasta convertirlo en su amante.

No permitía la viuda madre que ninguna otra mujer del vecindario pusiera los ojos sobre su hijo y segundo marido, pues le asaltaba el temor que su felicidad fuera invadida por alguna chica casadera del lugar.

Así fue pasando el tiempo hasta que Esteban, segundo de sus hijos alcanzó los catorce años, era indudablemente dueño de una mejor estampa que la de su hermano mayor, jóven de grandes facultades y de finos modales, todo lo anterior despertó el interés de su ya depravada madre hasta llega a intentar realizar lo mismo que con su hermano, es decir, convertirlo en su amante.

Esteban que era un muchacho de sana moral, rechazó totalmente las pretensiones de su medre, pués él a pesar de su ignorancia, sabía y entendía muy bien ella era su madre y como tal no podía ser su amante.

El rechazó de Esteban causó tanta decepción en la mujer, pensó, al igual que lo hubiera hecho con su marido, que si no era para ella no sería para ninguna otra mujer.

Con el pasar del tiempo la viuda Candelaria murió y al subir a rendirle cuentas al señor Supremo. Este la castigó condenándola a errar por las sabanas convertida en bola de fuego, que pierde a los caminantes.

Otra versión dice que es el espíritu de una mujer que decapitara a su único hijo que iba a ser obispo, por lo cual fue condenada a errar por los caminos, convertida en la bola de fuego, que pierde a los caminantes.

La bola de fuego se acerca a al caminante solitario, el cual debe maldecirla ya que cualquier rezo la atrae. Otra forma de evitar la persecución es llevando el cabo de soga arrastrando, como también desmontarse del caballo y tenderse boca abajo hasta que se aleje.

En cuanto a la frecuencia de su aparición se dice que la bolefuego es constante en la semana del concilio (semana antes de semana santa y que se denomina en el llano como la de buscar comida).

También aparece con frecuencia en los meses de verano, por lo que se ha considerado que es un producto de la ilusión óptica, producida tal vez por el reflejo del sol en las secas sabanas de Arauca.